jueves, 29 de abril de 2010

Mujeres gorditas y autoestima por los suelos

Sí, de verdad de la buena que soy yo, y he regresado del inframundo para actualizar. Es que he leído esto, y no he podido resistirme a comentarlo.

Porque hay en partes, que estoy muy de acuerdo. Todos los que me conocen en persona saben que una sílfide precisamente no soy. Y por eso, el que me sobren unos kilitos (ejem) me trastorna lo justo y suficiente como para fijarme en toda mujer que veo: Yo estoy más gorda. Tengo más brazos que esa. ¿Tendremos la misma talla? Joer, ¿tiene un hijo?. Tengo mucha más tripa. Etc, etc. Es un poco horrible, pero es así, y no me queda más que asumirlo o martirizarme con ello. Creo que no hace falta decir que es la 2ª opción.

El caso es, que según dice la noticia, el meter a chicas reales en los anuncios no hace más que acomplejarnos de forma todavía más brutal, porque nos comparamos con ellas (estén o no más gordas que nosotras) y siempre salimos perdiendo. ¿Por qué? Bueno, como primer punto porque el ser humano es idiota y eso no es cuestión de género. Y como segundo punto, porque al ver una mujer delgadísima con cara de cría en un anuncio simplemente nos hacemos la idea de que es carne de anuncio, que no es real. Pero al ver una chica de a pie, sonriente, gordita pero con las carnes prietas, automáticamente nos metemos en nuestro zulo mental a compararnos con ella.

Sin embargo, yo prefiero compararme con esa mujer sana y rolliza que con el espaguetti de antes. Porque la mujer gorda que lleva los kilos con alegría podría ser yo un día. Un día lejano, no nos vamos a engañar, pero podría. La chica delgada de costillas brillantes, no. Ya personalmente porque no me veo capaz de vomitar hasta los pulmones y porque aunque lo hiciese, mi complexión ósea no me lo permitiría.